Cuando la víctima del matoneo es el profesor
Entre el 5 y el 10 por ciento de alumnos insultan o amenazan a sus docentes.
En la sala de cómputo de un colegio oficial de Bogotá, un estudiante de octavo grado de la jornada de la tarde redactó un correo electrónico con el siguiente mensaje para su maestra: “Vieja bruta, HP, váyase”. Al recibirlo, la docente se hizo un manojo de nervios y reportó el caso al rector, pero nunca se halló al responsable.Su caso no es aislado. Según el Ministerio de Educación, unos 638 docentes hoy están amenazados. Algunas de estas intimidaciones tienen origen en alumnos y padres de familia. (Lea más información sobre el reporte del Ministerio de maestros amenazados en el país).
Se calcula, además, que entre 5 y 10 por ciento de los alumnos insultan, maltratan o amenazan a sus profesores, ya sea porque se les exige disciplina, estudiar más o porque no les pasan la materia. La mayor parte de las agresiones son verbales.
El fenómeno no es exclusivo de Colombia. Según la organización independiente de profesores españoles Anpe, en el 2011 unos 3.352 docentes fueron atendidos por quejas de maltrato. De estas, 17 por ciento eran falsas acusaciones de padres y alumnos; 21 por ciento, por faltas de respeto, y 26 por ciento, acoso y amenazas de los padres.
Según la docente Aura Nelly Daza, miembro de la junta directiva de la Asociación Distrital de Educadores (ADE), las agresiones contra los educadores en Colombia se incrementaron con la expedición del decreto 230 del 2002 –que tuvo vigencia hasta el 2010–, que obligaba a los planteles educativos a no reprobar a más del 5 por ciento de los estudiantes.
“Muchos dicen: ¿Para qué me exige que le entregue trabajo si de todas formas me tiene que pasar?”, afirma Daza.
“El maltrato hacia maestros es más frecuente en colegios que tienen contextos externos como microtráfico, bandas delincuenciales y maltrato intrafamiliar –indica la subsecretaria de calidad y permanencia de la Secretaría de Educación del Distrito (SED), Patricia Buriticá–. Hacemos lo posible por resolver los problemas de disciplina pacíficamente, pero los padres deben ayudarnos y muy pocas veces lo hacen”. (Lea más información sobre el número de docentes amenazados en Bogotá).
A pesar del esfuerzo de los profesores por controlar a sus grupos, muchos padres se desentienden del comportamiento de sus hijos. “Hay quienes vienen de familias muy permisivas –explica el docente e investigador de la Universidad de los Andes Enrique Chaux– y si en sus casas están acostumbrados a hacer lo que quieren, en otros contextos van a sentir que también pueden hacerlo”.
El consumo de alucinógenos es otro de los factores que incrementan este tipo de comportamientos. Y cuando los estudiantes están involucrados en pandillas (en un estudio conducido por Chaux el 20 por ciento de los estudiantes bogotanos confesó pertenecer o haber pertenecido a una), “se sienten con más poder y lo utilizan para amedrentar a los profesores y presionar, por ejemplo, el cambio de notas”, recalca.
También se han visto casos en que estudiantes se unen contra docentes que no tienen suficiente manejo de aula. “Quienes tienen menos experiencia están en mayor riesgo de ser intimidados; en este caso, se considera bullying (matoneo)”, afirma Chaux, para quien los docentes permisivos pueden darles a entender a sus estudiantes que tienen el poder de tratarlos mal. De hecho, en la ley de convivencia escolar aprobada recientemente, también se entiende por acoso escolar la intimidación de estudiantes hacia docentes.
Aunque en el país no existen cifras que muestren la dimensión real de este problema, un informe del Mineducación dice que la indisciplina y rebeldía de los estudiantes adolescentes son un factor que causa estrés y depresión en los maestros, especialmente en las mujeres.
Promover el
respeto
Consejos para los maestros1. Debe tener un estilo democrático y asertivo, en el cual los estudiantes entiendan el sentido de las normas y participen en la definición de las mismas. Deben asegurarse de que estas se cumplan. Hay que intentar hablarles con un tono firme pero calmado.
2. Deben ser consistentes en la aplicación de las normas y en las sanciones. De lo contrario, se envía un mensaje confuso. Es equivocado no hacer nada, reírse o responder con un insulto.
3. Hay que inculcarles a los estudiantes el valor del respeto hacia otros.
4. El manejo de la disciplina en el aula en ningún momento puede llevar al maltrato. Las relaciones en clase son una oportunidad para aprender a convivir en sociedad.
5. Conviene hablar con el estudiante a solas, porque, a veces, los agresores buscan el reconocimiento del grupo.
6. Las mejores sanciones son las reparadoras; es decir, aquellas que dejan una enseñanza.